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Mi Pagina Literaria - La Fiesta





LA FIESTA                          

                        

            ¡Qué halagado se sintió cuando lo invitaron! Se hubiera puesto su mejor… pero bueno, el baile era de disfraces. ¿Qué podía hacer? Lo verdaderamente importante era que al fin sus colegas reconocían sus meritos. “¡Par de envidiosos!” –pensaba él- “siempre me rehuyen porque saben que soy mejor que  todos ellos.” Para tan singular fiesta no pudo evitar ponerse a la moda. Por ello, cuando hizo su entrada triunfal, el anfitrión de la fiesta quedó boquiabierto. ¡Bueno, uno no tiene la oportunidad de tener en su casa al mismísimo Cristóbal Colón!

            - “¡Qué disfraz más original!”- exclamó el anfitrión con fingida sorpresa pues conocía el “peso” de su invitado. Y dicho esto se lo llevó corriendo a un grupo de pretensiosos de su misma talla. Bueno, quizá no tan grande como la suya…pero casi.  

            El invitado se sentía igual que Colón al llegar al nuevo mundo: no conocía a ninguno de los “indios” que estaban allí.

            - “Bien”, dijo el anfitrión dirigiéndose a algunos de los “nativos”, “quiero presentarles a Don Juan Ramírez, uno de nuestros más distinguidos colegas. Don Juan, le presento a la Srta. Carolina Díaz.”

            - “Mucho gusto”-dijo ella disfrazada de princesa.

            - “Y también le presento a Don Ambrosio Petersen.”

            -“Mucho gusto”-dijo el tal Ambrosio disfrazado de Don Quijote, estrechándole la mano.

            - “Y finalmente”, concluyó el anfitrión, “quiero presentarle al Sr. Andrés Delgado.”

            - “Es un placer conocerle, Sr. Ramírez”, acotó el tal Delgado, Su disfraz de esqueleto suscitó un profundo comentario para el bronce, de labios del Sr. Ramírez. “Ud. si que se debe creer la muerte”, le señaló sonriendo.

            - “No, señor- contestó con humor el esquelético invitado, “yo no me muero por la fama”.

            - “Vamos”, les dijo la princesa, “dejémonos de fantasías y hablemos en serio. Sr. Ramírez, estoy segura que le gustaría compartir algunos de sus logros académicos con nosotros. Hemos llegado acá hace muy poco pero hemos oído muchísimo de Ud.”

            - “Espero que no hayan oído nada malo”, comentó un sonriente Ramírez.

            - “¡Para nada!”- intervino el quijote.

            - “Muy por el contrario.” -añadió el esqueleto con cierto sarcasmo- “¿Quiere saber lo que dicen de Ud.?”. La princesa lo miró de reojo sorprendido por el comentario. “¿Qué dicen?”, preguntó ella.

            - “¡No te mueras nunca, Ramírez!” –gritó el esqueleto soltando sonoras carcajadas.

            Tal comentario le pareció de muy mal gusto al aludido, quien trató de cambiar abruptamente el tema. “Bueno, contestando a su pregunta, Srta. Díaz”, le dijo a la princesa- “efectivamente puedo decirle que he tenido algunos logros, digamos “algo” de éxito. He dado conferencias, charlas, y he asistido a innumerables congresos tanto en Chile como en el extranjero, digamos España, Francia, Inglaterra y Alemania entre otros países que no puedo recordar precisamente en este minuto. También he tenido la oportunidad de capacitar a profesionales jóvenes y he conocido a celebridades como a….”  Bueno, por falta de espacio no quisiera repetir toda la pedante intervención del Sr. Ramírez. Pero algo significativo que si puedo mencionar es que los logros de tan prestigiado personaje impresionaron a nuestros invitados de tal manera que sintieron una incómoda calor que se les subía por todo el cuerpo que hizo que sus disfraces parecieran saunas individuales a la medida debido a los desesperantes minutos de un interminable monólogo.  Incluso sus rostros comenzaron a titilar cual semáforos en rojo. Y para colmo sus copas estaban vacías. Toda esta singular situación le pareció a Ramírez una excelente oportunidad para vengarse de nuestro esquelético amigo.

            - “Con todo ese traje que llevas puesto encima debes estar asándote de calor”, dijo sonriendo sarcásticamente. “¡Vamos!” ´-le dijo casi gritando- “¡¡¿¿por qué no te quitas esa ridícula máscara o acaso quieres morirte de calor??!!”  Todos los invitados se volvieron sorprendidos mirando a Ramírez.

            - “¿¿Es ese otro comentario para el bronce, Sr. Ramírez??”, preguntó delante de todos el esqueleto mientras miraba a los invitados. “¿Acaso no han oído lo que nuestro distinguido invitado acaba de decir? Hubo un silencio sepulcral. “¡Vamos!” –les dio enérgicamente, “¡¿Qué están esperando?!”

            A la orden, todos los invitados comenzaron a despojarse ceremoniosamente de sus disfraces y máscaras riéndose burlonamente de Ramírez  mientras éste los observaba asombrado. Cada vez las carcajadas eran más y más prolongadas y estridentes. Entonces Ramírez vió sus rostros desfigurarse, sus ojos reventando, la sangre brotando, sus dientes cayendo, sus cabezas explotando y sus cuerpos quebrarse y desmenuzarse en el pulido suelo rojo.

            -“¡¿Te atreverías a apostar que este es un disfraz?!” – le preguntó el esqueleto sarcásticamente. “Mi querido amigo”, le dijo mientras extendía su pálida y huesuda mano hacia el cuello de su invitado, “me temo que la fiesta se ha terminado”.

 
FIN


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